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Interesantísima entrevista a Héctor Conesa, de Óxfam Intermón Óxfam, y que habla de la repercusión que tiene nuestro consumo diario.
Extraído de http://www.agenda.hectorconesaespacios.es/?p=2563
1.- ¿Qué es el Consumo Consciente?
Qué también es comúnmente conocido como Consumo Responsable.
El Consumo Consciente es una herramienta de transformación social y medioambiental.
Al igual que se crean ONGs para desarrollo comunitario, defensa de la naturaleza y de los derechos humanos o para asistencialismo en países asolados por catástrofes, también existen otras herramientas de transformación social como las campañas de recogidas de firmas para presionar a determinados cambios políticos o el asociacionismo y colectivización, donde los ciudadanos trabajan juntos para mejorar las cosas.
Pues bien. El Consumo Consciente es otra herramienta de transformación social más. Pero con una especial característica. Es una forma de activismo instantánea, al alcance de cualquier persona y en cualquier momento del día. Se basa en el poder de la elección.
Me explico. Si observas bien, prácticamente todas las realidades humanas que nos rodean son obra de empresas, son consecuencia de una actividad económica. Y esas empresas siempre tienen un impacto social y medioambiental sobre el mundo. Podríamos afirmar que hoy en día el diseño del mundo corre de mano de empresas, con mucha más fuerza que de los gobiernos. Son los intereses económicos los que mueven el mundo. Y detrás de esos intereses hay ventas, existen consumidores dispuestos a comprar un determinado producto. Realmente lo que provoca la existencia de esas empresas es la demanda de los consumidores. Sin esa demanda esas empresas no saldrían rentables, no existirían. Digamos que el consumidor confiere existencia a esas empresas. Más aún. El consumidor financia a las empresas y por tanto co-crea y permite construir moralmente el mundo más allá del producto o servicio que recibe a cambio del dinero que paga por ello. Los consumidores somos el talón de Aquiles del sistema. Sin nosotros no existiría todo lo que nos rodea. El consumo es el voto más democrático que existe. El consumo es el voto económico.
Pues ahora es cuando aparece el Consumo Consciente. Buscamos información sobre el impacto social, animal y medioambiental de las empresas que fabrican lo que adquirimos. Y con información en la mano optamos por comprar a aquellas empresas que mejor lo hacen, que más benefician a sus trabajadores, que más respetan a los animales y que más limpia e intacta mantienen la naturaleza con su actividad fabril o extractiva.
Últimamente se usa más la acepción de consciente que de responsable, porque conocer lo que pasa nos permite elegir, ser conscientes del contexto mundial en el que nos movemos. Pero siempre con unas limitaciones personales que nos impiden hacernos absolutamente responsables de todo lo que pasa. Sólo podemos responsabilizarnos de líneas de actuación donde podamos elegir, el resto simplemente se convierten en contexto, contexto que hay que conocer y cuya consciencia nos permite situarnos y saber hasta dónde podemos llegar, hasta donde podemos marcar las fronteras de nuestra acción. Acción que se hace más ancha, conforme vamos conociendo más y más, siendo más conscientes. Piensa global, actúa local.
Y cuando no tenemos alternativas reducimos al máximo el consumo. Reducir, a nivel personal, es la otra cara del Decrecimiento, a nivel global, tan necesario para este planeta sobre-explotado. Optamos por conductas que precisamente eviten el problema de raíz, como reutilizar y reparar satisfactores de consumo que ya poseemos. Compartimos, intercambiamos o simplemente satisfacemos nuestras necesidades más con personas que con cosas. O mejor todavía, eliminamos necesidades superfluas. Vivimos con menos. Realmente lo que más nos llena y transciende son las relaciones humanas de amistad, compañerismo y familiares, que ni cuestan dinero ni tienen un impacto negativo sobre el medio.
De esta manera convertimos nuestro rol de consumidores en un rol de activismo, en una herramienta para mejorar y llevar ese mundo hacia el lugar que todos deseamos, un lugar de paisajes bellos y seres felices.
2.- ¿Desde cuándo existe el Consumo Consciente?
Cómo podrás imaginar consumir conscientemente aúna una gran cantidad de actitudes y actividades. Detrás del Consumo Consciente está el medioambiente, la solidaridad y la salud.
Desde que se empezara a nombrar el concepto de ecología y solidaridad, casi que empezara el Consumo Consciente. Las famosas 3 Rs (Reducir, Reutilizar y Reciclar) ya son una forma de Consumo Consciente. Los años 60 conocieron los primeros movimientos de defensa del medioambiente de manera más institucionalizada. Y la solidaridad no tiene fecha. Se extiende hasta el confín de los tiempos, desde que el ser humano es ser humano.
Sin embargo la propuesta de alternativas al abuso y a las duras condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras del sur, en el llamado tercer mundo, se dio en Holanda en los años 80, con la aparición del Comercio Justo. La iniciativa paradigmática del Consumo Responsable o Consciente. El Comercio Justo proponía y propone un modelo económico alternativo al capitalismo atroz, donde los intermediarios entre el productor y el consumidor se minimizan y se garantizan ingresos justos a estos primeros así como acuerdos de pre-financiamiento, contratos a largo plazo y un apoyo directo al desarrollo de sus comunidades. Frente a personas que trabajan 80 horas semanales en duras condiciones laborales y por salarios que suponen entre la mitad y la octava parte, según países, del salario digno que necesitasen para mantener a sus hijos y a ellas mismas, se proponen las primeras empresas exportadoras del sur donde se presta una atención premeditada al bienestar de sus trabajadores y del medioambiente.
Pero hablar de Consumo Consciente, como decía, es hablar de muchas cosas más, como reducción de emisiones de carbono, consumiendo localmente. O buscar, siempre a través de nuestra compra, la financiación y co-creación de las realidades que más nos gustaría tener en nuestro mundo. Si yo compro, por ejemplo, una determinada artesanía, estoy dándole la oportunidad de disfrutar de su trabajo a una persona y de ser dueño de su negocio. Si yo me alimento de agricultura ecológica, estoy propiciando que el campo y sus mantos acuíferos estén libres de venenos. Si yo me hago vegetariano estaré evitando directamente la tortura y sacrificio de miles de seres sintientes como yo, como son los animales. El abanico se hace inmenso, como veis. Cada una de nuestras elecciones en el consumo se convierten en las directrices de diseño del mundo. Es la diferencia entre el bienestar o el pesar diario de un trabajador, entre la vida o la muerte de un animal o entre la presencia o desaparición de un ecosistema entero.
Respecto a las personas que puedan estar participando actualmente en este movimiento disperso no tengo datos precisos pero si te puedo decir que tras un estudio que hicieron dos sociólogos norteamericanos hace pocos años, y que titularon “Los creativos culturales”, se estimó que el porcentaje de población en los países desarrollados que tenían una forma divergente de pensar, asociada a los valores humanos, a la espiritualidad y al amor por la naturaleza, superaba el 20%. ¡Estamos hablando que más de una quinta parte de nuestras sociedades discrepa del sistema mayoritario que nos está llevando a la debacle y a una crisis ecológica sin precedentes a nivel planetario!
Aquí en España tenemos, por ejemplo, una revista paradigmática en Consumo Responsable que se edita desde Barcelona. Se llama Opciones. Y sus miles de suscriptores siguen creciendo. Así como ONGs que trabajan en Comercio Justo y Consumo Responsable, como Intermón Oxfam, Setem o Sodepau.
La realidad esperanzadora es que mucho está cambiando.
3.- ¿Me podrías poner más ejemplos?
Mira. Te lo resumo. Todo lo que me rodea en el radio de un metro. Lo que me alimenta, lo que me viste, lo que me cobija, transporta, entretiene, comunica, donde compro, donde guardo mis ahorros, la energía y el agua que consumo… Todo eso está conectado, a través de largos tentáculos de cadenas de acontecimientos con el planeta entero.
Mi elección personal en cada uno de esos aspectos, es el interruptor para poner en marcha una u otras realidades.
Por ejemplo:
1.- Estos pantalones que llevo puestos fueron comprados en una tienda de segunda mano que ocupa a personas reinsertadas socialmente. Este polo lo adquirí en un establecimiento de una ONG de Comercio Justo. Estos zapatos se los compré a un artesano en la feria más importante a nivel nacional de nuestro país de Consumo Responsable, Biocultura. No usan piel de animal en su confección. La ropa interior es más convencional. El Consumo Consciente contempla hacer siempre hasta donde uno puede. Por eso se el término consciente está sustituyendo al término responsable.
2.- En esta mochila observareis productos de consumo semanal para mí. Estos huevos son ecológicos. El primer número de identificación (el 0) nos marca que las gallinas disfrutan de libertad y de piensos ecológicos. Este pan es realmente sano. Es integral. Ecológico. Elaborado por una empresa familiar. Y hasta más barato que el convencional, pues sólo en la nevera puede durar más de una semana y con cada rebanada te sientes mucho más colmado y mejor alimentado. Estas verduras las adquiero a través de una pequeña tienda de productos ecológicos, de agricultores locales que no usan ni pesticidas ni fertilizantes de síntesis. Y además saben muy bien. Comprando en pequeños establecimientos le doy vida a la ciudad y permito que la riqueza se reparta más equitativamente, distribuyéndola entre más manos.
3.- ¿Veis esta llave? Mirad. Esta llave abre la casa donde vivo. Esta casa es de segunda mano. Por lo que un sucesivo uso al primer propietario evita el consumo de nuevos recursos minerales y energía para fabricar una nueva. Y la casa está situada en un edificio. Hay estudios que demuestran que vivir en un edificio de varias plantas es más sostenible que vivir en un chalet a las afueras. El consumo de recursos y energía para construir y desplazarnos a un tipo u otro de vivienda es realmente diferenciador. Vivir en un barrio o pueblo bien comunicado es más sostenible.
4.- Este casco es para ir en bicicleta por la ciudad. En quince minutos soy capaz de llegar más lejos y aparcar antes que con un coche, dentro de la ciudad. Y no contamino, ni emito ruidos, ni gasto dinero en combustible y hasta me mantiene en forma. Para las ciudades con muchas cuestas la bicicleta eléctrica también puede ser una solución. De cualquier forma cuando la bicicleta no es suficiente el transporte público también reduce las emisiones de carbono que tanto daño están haciendo al clima. La realidad del cambio climático está ahí. Y cada día se va notando más.
5.- Mi móvil, así como otros electrodomésticos, es de segunda mano. Con un subsiguiente uso al original evito la fabricación de un aparato nuevo, con todo el gran impacto medioambiental y social que tiene la minería. La extracción de petróleo y de algunos minerales financia o provoca conflictos armados en muchos países. De hecho, hace poco, una empresa holandesa ha sacado al mercado el primer móvil del mundo de Comercio Justo y de componentes reutilizables. La Producción Consciente es ya imparable.
6.- Mirad esta tarjeta de débito. Además de ser reciclable pertenece a la cuenta de ahorro de un banco ético. En España tenemos algunas opciones. La Banca Ética no invierte nuestros ahorros en empresas que trafiquen con armas, exploten a las personas o diezmen el medioambiente de manera sistemática, sino en empresas con valores sociales, medioambientales y culturales de inicio y completos, no anecdóticos, como hacen otras empresas para lavar su imagen.
4.- ¿No pareces ir contracorriente con esto del Consumo Consciente?
Alguien podría verme como un friki o persona demasiado purista. Pero no soy el único. Somos ya muchos.
Lo que veis es tan sólo coherencia, lógica y mi voluntad diaria de construir el mundo mejor que todos deseamos, ni más, ni menos. Sabiendo el poder que tiene mi consumo, lo uso. No permanezco quieto amparándome en que hay una gran mayoría que no se lo toma en serio, si no me haría cómplice de lo que denuncio. Decido participar yo personalmente, pues mi único poder se ciñe a lo que decido hacer con mi persona. Esa es mi única responsabilidad.
Yo os invitaría a que os hicierais la siguiente pregunta cada día:
¿Repito (sumándome a la inercia destructiva) o mejoro (precipitando nuevas realidades de manera progresiva y creciente)?
Fíjate en un detalle. Cuando yo opto por comprar un determinado producto ecológico y social que ya hay en el mercado yo me sumo a las cientos o miles de personas que ya lo están comprando y entre todos le conferimos realidad, pues lo estamos financiando. ¡Ya existe algo mejor, más ecológico, más social! Acabo de dar la oportunidad de una existencia más benevolente a algo, aunque el resto del mundo camine por el insidioso camino de la injusticia social y ambiental. Yo, personalmente co-creo una realidad más justa, justo en la que a mí me placería vivir, justo en la que si yo viviera para mí sería toda mi feliz cotidianidad y estaría perfectamente justificada para mí percepción. Y sobre todo, hago crecer la minoría ética. Será cuestión de tiempo que esta minoría se convierta en mayoría. Pero para ello será necesario que sigamos alimentando los cimientos en medio de esa contracorriente de la que hablas.
Hay gente que se pregunta que para que va cambiar un poco el mundo si el resto lo hacen mal y entonces el mundo seguirá siendo injusto. Y yo les pregunto. Si lo ven así ¿significa que para ellos su parcela personal de bienestar no tiene sentido porque en el resto del mundo hay guerras por ejemplo? Esa misma gente es feliz en su vida personal, pese a las injusticias globales. Y no dejan de serlo. ¿Por qué buscar la felicidad de otros trozos de mundo carece de sentido para ellos cuando ellos si se permiten ser felices en su trozo de mundo?
A veces nos desmoraliza el topar con nuestros propios límites de tiempo, espacio, poder adquisitivo y conocimiento. El conocimiento se puede ampliar pero el espacio, el tiempo y poder adquisitivo son los que son muchas veces. Por esa razón el Consumo Consciente no es un algo impositivo, ni una especie de catecismo obligatorio de buenas acciones. Es algo particular que se fragua en connivencia con las circunstancias personales de cada uno. No existe un único Consumo Consciente sino muchos Consumos Conscientes, tantos como tantas personas hay. El Consumo Consciente es un estilo de vida que siempre va en función de las posibilidades personales de acción de cada uno. Y ahí es donde cada cuál, en su más recóndita intimidad, sabe hasta dónde puede llegar.
El Consumo Consciente funciona cuando estás dispuesto a incluir en tu vida no sólo los objetos inmediatos que perciben tus sentidos y engalanan tu rutina diaria sino también aquellos que son, ni más ni menos, el mundo entero, el resto de personas, animales y paisajes que pueblan el planeta y que están directamente conectados con esa rutina diaria. Y este ejercicio se hace a través de la imaginación. En tu día a día haces convivir objetos percibidos con objetos imaginados, precisamente los que no puedes ver pero sí existen. Y es a través del experimentar la compasión, la curiosidad, la sensibilidad y la empatía hacia el desconocido, hacia el invisible, donde aparece el Consumo Consciente.
Cuando te sientes partícipe en la construcción de un mundo más justo tienes suficiente motivación para seguir adelante, para superar tus limitaciones. Mejorar el mundo se convierte en una pasión. Hablemos claro, aunque para algunos suene religioso o empalagoso. Trabajar por un mundo mejor es la práctica del Amor a nivel global. Extendemos el Amor, que jamás ponemos en duda en nuestros círculos afectivos y familiares cercanos, al círculo de la globalidad. Hoy en día se habla de globalización, porque todos los habitantes del planeta están entrelazados económicamente. Aprovechemos esa globalidad, no para seguir exprimiendo a los más débiles y a la Pachamama, como llaman los pueblos indígenas de América a nuestra querida Tierra, sino para multiplicar de una manera práctica, creíble y real, de una vez por todas, y con la máxima potencia, nuestro Amor.