Ricos más ricos, pobres más pobres, recortes presupuestarios, gobiernos que cuelgan el cartel de ‘no hay dinero’… y cada vez mayor desigualdad económica. ¿Inevitable? En absoluto. La desigualdad extrema es evitable. Es una cuestión de prioridades y de voluntad política.
De Ghana a Alemania. De Sudáfrica a España. La desigualdad económica ha alcanzado niveles extremos y la brecha entre personas ricas y pobres es cada vez mayor.
La desigualdad extrema corrompe la política y socava el crecimiento económico. Exacerba la desigualdad de género y reduce la movilidad social de tal forma que, generación tras generación, muchas familias continúan siendo pobres mientras otras disfrutan de privilegios. Pero está en nuestra mano cambiar las reglas.
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Favela Paraisópolis haciendo frontera con el distrito de Morumbi en São Paulo, Brasil.