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Todo lo que necesitas saber sobre Comercio Justo
Todo lo que necesitas saber sobre Comercio_Justo e-book
Extraído de http://recursos.oxfamintermon.org/guia-gratuita-comercio-justo?utm_source=facebook&utm_medium=display&utm_campaign=ebookcomerciojusto
Conversión ecológica con la encíclica Laudato Si
ADVIENTO 2015: Conversión ecológica con la ENCÍCLICA Laudato Si
Para el Adviento 2015, Cristianismo y ecología, ha elaborado una propuesta denominada: Adviento 2015- Conversión ecológica con la encíclica Laudato Si, que permite seguir el adviento bajo esta mirada.
El enlace es: https://cristianismoyecologia.wordpress.com/author/cristianismoyecologia/
Vivir sin plástico… ¡es posible!
¿Crees que no se puede vivir sin plástico?: Mira el ejemplo de esta familia
La experiencia de esos tres años los relata Sandra Krautwaschl en un libro titulado “Plastikfreie Zone” (“zona libre de plástico”, en alemán) que se publicó recientemente.
Todo comenzó en el verano de 2009, cuando durante unas vacaciones en Croacia sus tres hijos le preguntaron continuamente sobre el origen de toda la basura de plástico que flotaba en el mar y se acumulaba en la orilla.
Aún con esas preguntas rondándole la cabeza, Krautwaschl, una fisioterapeuta de 40 años que vive cerca de la ciudad de Graz, vio el documental “Plastic Planet”, que alertaba sobre el efecto tóxico de esa sustancia tanto para nuestro cuerpo como para el planeta.
“Todo eso me llevó a decidir que debíamos cambiar algo en nuestras vidas”, explica.
Werner Boote, el director de la película, alertaba en su obra de que hay ya más partículas diminutas de plástico en el océano que plancton, indispensable en la cadena trófica.
El plástico en la salud
Por eso, los humanos también tenemos ya trazas de ese material sintético en la sangre sin que sepamos cuál es su efecto sobre la salud a largo plazo.
Después de que su marido y sus tres hijos aceptaran el proyecto, en principio de un mes, la familiaKrautwaschl decidió sacar a la calle todos lo productos de plástico: juguetes, fiambreras, muebles de jardín, electrodomésticos y ropa, objetos tan presentes que casi se habían convertido en invisibles. Además empezó a escribir un blog en Internet en el que relata su experiencia y que se convirtió en la base de su libro.
“El problema no es el plástico en sí, sino la forma derrochadora en que lo utilizamos. Y también que prestamos poca atención a sus efectos sobre la salud a largo plazo”, recalca Krautwaschl sobre el uso de un material que tarda siglos en degradarse.
¿Es más caro comprar productos que no tengan plásticos en sus empaquetados? “Para algunas cosas sí y en otras no”, dice. “He ahorrado mucho en productos de limpieza porque utilizo vinagre y ácido cítrico. Es cierto que los alimentos frescos son más caros, pero nuestro consumo ha cambiado mucho”, cuenta.
“No compramos productos innecesarios, lo que supone un gran ahorro”, confiesa la fisioterapeuta.
También han encontrado alternativas en el baño: los cepillos de dientes de madera con cerdas naturales han sustituido a los de plástico, los jabones a los geles de baño, y emplean azúcar de abedul para prevenir problemas de caries.
“No hemos perdido calidad de vida, la hemos mejorado. Los alimentos y los productos que usamos para asearnos son mejores. Son menos numerosos los productos que usamos pero son de mejor calidad. Ahora comemos más productos naturales y frescos”, resume.
Aun así reconoce que no han podido renunciar a todos los productos plásticos, siguen utilizando un coche, que comparten con otra familia, y tienen también un teléfono móvil, entre otras cosas. ”Seguimos utilizando cosas de plástico, pero pretendemos utilizarlas con sentido. En la medida de lo posible tratamos de no comprar cosas nuevas”, dice.
“No tenemos teléfonos nuevos, sino usados. No queremos un móvil nuevo sólo porque lo regalen. Tratamos de usar el plástico lo menos posible y de la forma más sostenible posible”, destaca.
No radicales, si contrarios al derroche
Krautwaschl recalca que ella y su familia son personas flexibles que se adaptan a cada situación, en ningún caso unos activistas contra el plástico, sino contra su derroche.
“El objetivo era no producir desechos de plástico o producir una cantidad muy pequeña. Era muy importante no imponerse prohibiciones absolutas ni volverse un radical, porque no se puede motivar a otros si uno se vuelve extremista”, asegura.
Uno de los pequeños caprichos a los que no ha renunciado es a comer alguna vez patatas fritas de bolsa, que sus amigos le han traído para celebrar alguna ocasión especial. La reacción de la gente, asegura, ha sido en su mayoría positiva y lo más gratificante es haber conocido a personas que encontraron inspirador su esfuerzo.
Soluciones personales
¿Y cuál es el mensaje que quiere dar con su proyecto?. “Creo que el mundo puede cambiar, que cada acción individual puede tener un efecto. Cada uno de nosotros puede aportar con sus acciones a ese cambio”, comenta.
Para Krautwaschl, si su proyecto permite que alguien se concience y renuncie, por ejemplo, a usar bolsas de plástico en sus compras, o a cualquier otro gesto, el esfuerzo ya habrá merecido la pena.
Extraído de http://www.efeverde.com/
Guía: «Cultivar un futuro mejor»
Cristianismo y Comercio Justo
Como cristiano animo que en todo centro católico exista un Proyecto de Comercio Justo, ya que se trata de una opción de consumo ligada de forma estrechísima con los valores evangélicos, en base a los criterios y estándares que este comercio promueve.
Hay que destacar que posee un valor añadido: el de la solidaridad. Como afirmaba Juan Pablo II, en 1987, en la encíclica Sollicitudo rei socialis, “la solidaridad no es un sentimiento superficial por los males de las personas, sino una determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común“.
Al consumir productos de Comercio Justo nos decantamos por un modelo de consumo en pro de los más desfavorecidos, por una opción de compra que permite satisfacer las necesidades básicas de sus familias.
De la misma manera, Pablo VI, veinte años atrás -en 1967-, ya traducía en la encíclica Populorum Progressio, la obligación moral como “deber de solidaridad“.
En la siguiente oración del profeta Miqueas, basada en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, nos recuerda lo que necesitamos para hacer posible la justicia social en nuestro mundo.
Ya se te ha dicho lo que le agrada a tu Dios:
Que practiques la justicia,
Que ames con ternura y
Que camines humildemente con tu Dios.
(Miqueas 6, 8)
Por lo tanto, debemos practicar la solidaridad y vivir con compromiso la invitación que Dios nos hace.
Benedicto XVI explicó a las Academias Pontificias de las Ciencias y de las Ciencias Sociales, en noviembre de 2005, en le Ciudad del Vaticano, que “El compromiso social cristiano tiene como objetivo poner a la persona en el centro del orden sociedad“. Asimismo, añadió que «El concepto de persona sigue aportando una comprensión profunda del carácter único y de la dimensión social de cada ser humano».
«La doctrina social de la Iglesia Católica, que sitúa a la persona humana en el corazón y en el centro del orden social, puede ofrecer una gran aportación a la reflexión actual sobre cuestiones sociales».
Debemos tomar una opción por y con los pobres y vulnerables.El beato Juan Pablo II, -cuya ceremonia de canonización tendrá lugar el próximo 27 de abril de 2014, al igual que Juan XXIII- en la Centesimus Annus 1991, nº. 34, escribió: “Es un deber ineludible de la justicia y la verdad no permitir que ninguna necesidad humana fundamental sea insatisfecha y que los aquejados por estas necesidades perezcan. Es también necesario ayudar a que los necesitados adquieran destrezas adecuadas para entrar en el círculo de intercambio y desarrollen habilidades de manera que puedan hacer el mejor uso de sus capacidades y recursos“.
Este mismo año, con motivo del Día Mundial de la Alimentación, el Papa Francisco ha manifestado que “en un momento en que la globalización permite conocer las situaciones de necesidad en el mundo y multiplicar los intercambios y las relaciones humanas… el hambre y la desnutrición nunca pueden ser consideradas un hecho normal al que hay que acostumbrarse, como si formara parte del sistema. Algo tiene que cambiar en nosotros mismos, en nuestra mentalidad, en nuestras sociedades. Es necesario, hoy más que nunca, educarnos en la solidaridad, redescubrir el valor y el significado de esta palabra tan incómoda, y muy frecuentemente dejada de lado, y hacer que se convierta en actitud de fondo en las decisiones en el plano político, económico y financiero, en las relaciones entre las personas, entre los pueblos y entre las naciones. Todavía estamos lejos de un mundo en el que todos puedan vivir con dignidad, y esto comporta un serio interrogante sobre la necesidad de cambiar realmente nuestro estilo de vida, incluido el alimentario, que en tantas áreas del planeta está marcado por el consumismo, el desperdicio y el despilfarro de alimentos. La educación en la solidaridad y en una forma de vida que supere la “cultura del descarte” y ponga realmente en el centro a toda persona y su dignidad, como es característico de la familia”.
Por lo tanto como diría el Santo Padre, ¡salgamos a la calle! y difundamos la importancia de la Economía Solidaria y el Comercio Justo. Qué mejor manera que hacerlo desde un proyecto que nos eduque en la solidaridad a toda la comunidad educativa de nuestros colegios.