Durante el pasado año 2012, el consumo de productos de comercio justo creció un 6%, hasta alcanzar los 28,3 millones de euros, en nuestro país. Si analizamos la evolución a lo largo de los últimos años, desde el año 2000 se han multiplicado por cuatro las ventas, a un ritmo medio de crecimiento de un 11,4% anual. Otro hecho significativo es que cada vez se consume menos en tiendas de comercio justo y más en grandes superficies comerciales. Todos estos datos son algunos de los más relevantes del informe “El Comercio Justo en España 2012. Alianzas en movimiento”, presentado la semana pasada por la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.
En este estudio ha colaborado Fairtrade España, entidad dedicada a la la certificación de los productos de comercio justo. En concreto, Fairtrade ha aportado los datos de venta de los productos certificados, que ya suponen el 78% de todas las ventas de comercio justo. Su responsable de Comunicación y Relaciones Internacionales, Gudrun Schlöpker, ha concedido además esta entrevista a Noticias Positivas, en la que reflexiona sobre la situación de este movimiento social en España.
Noticias Positivas: El comercio justo ha crecido un 6% en 2012, lo cual confirma la tendencia ascendente de los últimos años. ¿A qué piensa usted que se debe este crecimiento, incluso en plena crisis?
Gudrun Schlöpker: Creo que el crecimiento continuado se lo debemos a dos factores. Lo más importante es que el Comercio Justo es un concepto muy sencillo enfocado a fomentar el desarrollo y convence por su claridad y transparencia. Si queremos desarrollo rural (en países en vías de desarrollo igual que en España) tendremos que tratar bien a los agricultores, y exigir que ellos traten bien a sus tierras y sus comunidades. De ahí que incluso en la crisis la tendencia se mantenga, aunque quizá se esté extendiendo menos de lo que se extendería sin crisis.
El segundo factor tiene que ver con la accesibilidad: como la gran mayoría de los productos de Comercio Justo vienen certificados por Fairtrade, pueden venderse en todo tipo de tiendas y establecimientos, con todas las garantías. Eso ha favorecido, tal como se analiza también en el reciente Informe Comercio Justo en España 2012, el acceso de nuevos grupos de consumidores, lo que a su vez se plasma en dicho crecimiento.
N+: La parte negativa del informe es que, aunque globalmente el consumo de productos justos aumenta, continúa descendiendo la compra en las tiendas de alimentación de comercio justo y otros minoristas. Es decir, la gente compra más comercio justo, pero en grandes superficies y empresas convencionales. ¿Cómo valoran este hecho?
GS: Es complicado. Nuestro modelo económico actual favorece que hagamos la compra en grandes superficies y que las cadenas de supermercados acumulen poder, mucho poder. Como iniciativa social eso no nos gusta. Por otro lado, estimamos que es una macrotendencia de todas las economías en Europa, y que desde una certificación voluntaria que pretende en primer lugar fomentar mejores condiciones de comercio para pequeños productores y trabajadores agrícolas en países en vías de desarrollo, poco podemos hacer en este sentido.
En Fairtrade hemos optado por centrarnos en nuestra misión para con las cooperativas de pequeños productores y trabajadores y sabemos por estudios de impacto que los resultados son muy positivos a nivel de desarrollo rural, vemos efectos positivos en zona completas, pero sólo si se llega a un volumen lo suficientemente relevante. Y para llegar a un volumen relevante, los supermercados son un actor principal.
N+: El 78,8% de los productos de comercio justo vendidos llevan el sello Fairtrade. ¿Cuál es la ventaja de este sello frente a otros procesos de certificación?
GS: Ahora mismo Fairtrade es la única certificación de producto para los productos de Comercio Justo que ha nacido desde el seno del movimiento de Comercio Justo y que sigue contando con el apoyo de una gran parte de todas las organizaciones de Comercio Justo sin ánimo de lucro. Son 25 años de experiencia en este oxímoron tan complejo que se genera cuando se quiere casar “el comercio” con la “justicia”. Creo que la raíz en el sector social, el ADN del movimiento de Comercio Justo, por decirlo de alguna manera, es la mayor ventaja de la certificación Fairtrade frente a otras certificaciones de producto de la rama “sostenible” que se centran en el medio ambiente, pero no ponen, como sí hace Fairtrade, a la persona en el centro de su trabajo.
N+: El estudio destaca el insignificante gasto que hacen las administraciones públicas en productos de comercio justo, de tan solo el 0,7% de la facturación del sector. ¿Por qué esta falta de compromiso del sector público?
GS: Una muy buena pregunta para hacérsela, una y otra vez, por escrito y de palabra, a las administraciones locales, autonómicas y estatales, que llevan años fomentando con dinero público proyectos de sensibilización al ciudadano, y eso se agradece, pero siguen sin estar sensibilizados ellos mismos. Espero que con todas las facilidades que desde Fairtrade les ofrecemos para incluir criterios de Comercio Justo en los pliegues de las licitaciones públicas, las administraciones españolas consigan recorrer el mismo camino que las administraciones en los países del norte de Europa en materia de Comercio Justo, porque eso sería un impulso muy, muy importante para todo el sector.
N+: ¿Qué papel pueden desempeñar los ciudadanos en esta toma de conciencia de los poderes públicos sobre la importancia del comercio justo?
GS: Pedir, reivindicar, reclamar, y reivindicar otra vez. Es una tarea ardua y cansina, lo sé por experiencia, pero no se me ocurre otra cosa.
N+: Susan George, presidenta de Transnational Institute y presidenta honorífica de ATTAC-Francia, ha sido la autora del prólogo del informe. George plantea en su texto la pregunta de si el comercio puede ser libre y justo a la vez. ¿Qué opinan ustedes al respecto?
GS: Creo que es muy justo plantearnos la pregunta. Para alcanzar un paso más en la lucha por una justicia global mayor no es suficiente con cambiar nuestras pautas de consumo. Se necesita un cambio político, y si me apuras, un cambio en el paradigma político económico. Llevamos ya más de 20 años gobernados a nivel internacional por una ideología y unas creencias que anteponen en todos los aspectos de la vida, en la economía, pero también en la política, en lo social y en la vida personal, lo económico y un “racionalismo individualista” mal interpretado ante lo colectivo, lo social, lo humano. Es una tendencia equivocada y nefasta, o así lo creo yo.
El Comercio Justo es uno de los muchos pasos que nos llevan en otra dirección. Pero es un subsistema que funciona solo dentro de y como parte de la economía general y como tal se rige, aunque en menor medida, por las mismas pautas. No sé si logro explicarme. Con Fairtrade damos un primer paso, inspirados por una utopía. Pero somos muy conscientes de nuestras limitaciones y aun así queremos dar nuestros pequeños e imperfectos pasos.
N+: Y, por último, ¿cuál es el elemento más especial y único que ha encontrado en Fairtrade?
GS: Eso es fácil. Para mí lo más gratificante, y a la vez un rasgo muy especial del sistema Fairtrade a nivel internacional y del impacto que podemos observar en zonas concretas como en Perú, en Malawi o en las islas Fiji, es lo que ahora se llama “empoderamiento”. Quiere decir que a través de la participación en el sistema, las personas y las organizaciones se vuelven más dueñas, más propietarias de su propio porvenir. A nivel de desarrollo local, los estudios de los últimos años demuestran que este efecto se consigue por la creación de estructuras locales, por la alta democratización y participación que caracteriza las cooperativas Fairtrade, que se ven reforzadas por los estándares de Comercio Justo.
Por otro lado, en este último año como sistema internacional hemos dado un paso más en esta misma dirección a nivel de nuestra estructura interna: las organizaciones en el Norte, Fairtrade España entre ellas, hemos pasado el 50% de nuestro derecho de voto a las redes de productores que se han creado en los últimos años y que representan a los productores y sus organizaciones. Pensamos que así todos los que participamos en el sistema estamos más empoderados y nos aseguramos de que las decisiones internacionales que se toman para todo el sistema siempre se centren en cumplir nuestra misión para con los productores y trabajadores, que son las personas por las que estamos trabajando en primer lugar.